Discreto, trabajador y austero, Antonino Fernández sorprendió a los integrantes del pueblo del que nunca se fue y del que siempre fue habitante, al menos en su corazón. Fundador del imperio cervecero de Corona, Fernández murió el pasado 31 de agosto a los 98 años y dejó tras de sí una de las herencias más impresionantes de la historia de España y México.
Casado durante 70 años con Cinia González y sin hijos, Fernández se encargó de que cada miembro de su familia recibiera una parte -millonaria, por cierto- de su fortuna. En total fueron más de medio centenar de parientes que el pasado 10 de octubre -cuando se abrió su testamento- sintieron alivio al saber que habían sido beneficiados por la generosidad del magnate.
El monto que cada uno recibió varía según la cercanía y el "comportamiento" que desarrollaron a lo largo de la vida. Antonino no dejó a nadie afuera, pero premió con mayor reconocimiento a aquellos que estuvieron más cerca suyo y más lo acompañaron. Los afortunados son personalidades de ambos lados del Atlántico: México, España y la Argentina. Todos se informaron de su porción en un estudio de Madrid.
Pero lo que más sorprendió de su testamento fue un apartado en el cual donaba unos 200 millones de euros a los habitantes de su pueblo natal, Cerezales del Condado, donde viven unas 80 personas. "No sé qué hubiéramos hecho sin Antonino. Solíamos no tener ni una peseta", recuerda Maximino Sánchez, dueño del único bar que existe en el poblado.
El menor de 13 hermanos, Fernández nació en una familia muy pobre de la provincia de León, en España. A tal punto que debió abandonar los estudios porque sus padres no podían hacer frente al costo. Comenzó a trabajar en los campos de Cerezales hasta que en 1949 decidió partir hacia México con 32 años, cuando fue invitado por un tío de su esposa a trabajar en el Grupo Modelo, según consignó el Diario de León.
Allí comenzó a crecer mediante un esfuerzo sobrehumano y la seriedad que lo caracterizaba. "Hice de nada y de todo, hasta descargué camiones", confesó en una oportunidad contando su ruta hacia el éxito. Hasta tal punto que llegó a ser el CEO de la compañía y crear la marca Corona que se convertiría en una explosión de ventas no sólo en México, sino en el mundo.
Nunca se conoció a cuánto llegó a ascender su fortuna. Lo que sí se sabe es que nunca olvidó sus raíces. Nunca olvidó sus días enteros al sol en Cerezales del Condado, el pueblo que lo vio nacer, sufrir y partir, y al cual regresó para quedarse.