Siempre me han dicho que a las personas mayores hay que tenerles respeto. Al fin y al cabo ellos ya han soportado todas las atrocidades de la vida, y a nadie le gusta que lo molesten cuando ya está cansado. Personalmente encuentro a los ancianos fascinantes. La forma en que pueden relatar historias del pasado, y situarte en un mundo que jamás conociste es una experiencia maravillosa. Así mismo pensaba este taxista, quién luego de recoger a una anciana en su casa tuvo un viaje que jamás podrá olvidar.
Kent Nerburn era uno de los muchos taxistas que rondaban las calles de Nueva York. Una noche, le pidieron que recogiera a una mujer, sin embargo, al llegar a la dirección y tocar la bocina nadie salió. A diferencia de lo que hubieran hecho sus compañeros, Nerburn se bajó del taxi y golpeó la puerta. En el instante en que tocó la puerta escuchó movimiento al interior del lugar, y una voz calmada que le indicaba "¡en un minuto!" Pasado un instante, la puerta se abrió, y una mujer que parecía sacada de una película de los 40 salió intentando cargar un pesado equipaje. El taxista la ayudó de inmediato, según sus cálculos la mujer debe haber tenido entre 80 y 90 años. Cuando el taxista espió dentro del apartamento, se percató que ya no quedaba nada colgado en las paredes, y todos los muebles habían sido cubiertos con tela blanca. La mujer había solicitado dirigirse a una dirección en particular, pero cuando se subió al vehículo le indicó al conductor ir al centro de la ciudad, y le sugirió tomar la ruta más larga "no tengo apuro" le indicó la anciana al conductor. Durante las siguientes dos horas, él condujo por la ciudad, mientras ella le contaba historia sobre diferentes lugares en los que había trabajado o vivido. El rápido viaje que el conductor pensó que tendría, se transformó en un tour por la ciudad de Nueva York, donde la anciana hizo un recorrido por su vida, recordando los mejores momentos que había vivido en ese lugar. En ocasiones, ella le pedía al conductor que se detuviera frente a distintos edificios, y se queda sentada en el asiento trasero, observándolos con atención.
Finalmente la anciana decidió que ya era tiempo para dirigirse a su destino, y así se lo indicó al conductor del vehículo. Cuando llegaron al lugar, se trataba de un edificio bajo, que contaba con un cartel de casa de retiro. En la puerta dos personas estaban esperando a la anciana. Luego de una última visita por la ciudad, la anciana había llegado al lugar donde pasaría sus últimos días de vida. Ya no le quedaba familia, ya no le quedaba nadie que la acompañara. Cuando la mujer fue atendida por quienes la esperaban y la sentaron en una silla de ruedas, ella le preguntó al conductor cuánto le debía por el viaje. El hombre la miró atentamente y con una sonrisa le dijo que nada, que el viaje iba por cuenta suya. La mujer insistió sin embargo el no la dejó pagarle un centavo por la noche tan especial que había experimentado.
Luego de dejar a la anciana, Kent Nerburn no tomó ningún otro pasajero, y se quedó el resto de la noche conduciendo por la ciudad, pensando en lo rápido que se nos va la vida, y en lo mucho que debemos aprovechar cada instante que vivimos. Sin duda fue una noche que jamás olvidará. Una noche que cambió su visión de la vida.