España desplegó el martes sus fuerzas militares a la frontera con Marruecos y expulsó a casi la mitad de los miles de migrantes que saltaron vallas o llegaron nadando a suelo europeo por segundo día consecutivo, luego de que el país del norte de África relajó los controles fronterizos, en medio de una disputa diplomática.
La llegada repentina de migrantes agravó la disputa entre Rabat y Madrid sobre la región disputada del Sahara Occidental y provocó una crisis humanitaria en Ceuta, un enclave español de 85,000 habitantes que está entre el Mar Mediterráneo y Marruecos, del que lo separa una doble cerca de 10 metros (32 pies) de alto.
El ministro español del Interior, Fernando Grande Marlaska, negó versiones de que se estaba deportando a migrantes marroquíes menores de 18 años y no acompañados por adultos, pese a que ellos pueden permanecer legalmente en España bajo la tutela de las autoridades.
El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, canceló un viaje a París —donde debía asistir a una cumbre de ayuda internacional a África— y viajó en helicóptero a Ceuta.
Aunque dijo que Marruecos era “un país socio” y “país amigo de España”, Sánchez exhortó a Rabat a buscar “el respeto a las fronteras mutuas, que es la base sobre la que se construye la vecindad de países amigos y las relaciones fructíferas para ambos”.