El Departamento de Estado de Estados Unidos está desarrollando un plan para hacer frente a las bandas criminales que dominan Haití.
Este enfoque geopolítico se basa en dos pilares fundamentales: la represión eficaz de las organizaciones delictivas y un esfuerzo diplomático orientado a facilitar una transición democrática en el país.
La administración de Donald Trump ya ha comenzado a negociar con Albert Randim, quien será el próximo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Randim ha mostrado su disposición a respaldar la propuesta del Departamento de Estado, sabiendo que se prevé una disminución de los fondos estadounidenses destinados a la OEA.
El secretario general electo puede recurrir a un antecedente histórico para convencer a los países más reticentes dentro del foro regional: en 1965, a petición del presidente Lyndon B. Johnson, la OEA envió una misión de Fuerzas Interamericanas de Paz a República Dominicana.
Aunque países como Brasil, Colombia, Chile y México podrían señalar que esta misión estuvo motivada por la lógica de la Guerra Fría en América Latina, el caso se presenta como un precedente que podría aplicarse en este contexto, esta vez para combatir las bandas criminales y fortalecer las instituciones haitianas.
Esta iniciativa de Estados Unidos surge en respuesta al fracaso de la última misión de la ONU en Haití. La operación, liderada por policías keniatas, no logró frenar el poder de las pandillas.
Según la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH), durante el primer trimestre de 2025, la violencia de las bandas ha dejado más de 1.600 muertos y 580 heridos en el país.