En los últimos años, las harinas refinadas protagonizaron una fuerte polémica en los debates sobre salud y nutrición. Aunque su versatilidad y amplia disponibilidad las convirtieron en un elemento básico en la dieta global, estudios y expertos advierten sobre los riesgos de su consumo excesivo.
Según investigaciones del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, el abuso de estos productos puede contribuir al desarrollo de enfermedades metabólicas como diabetes tipo 2, obesidad y problemas cardiovasculares.
Por otro lado, especialistas como la doctora Selvi Rajagopal de la Universidad Johns Hopkins, de Estados Unidos, resaltan que la industria alimentaria prioriza la vida útil de los productos sobre el valor nutritivo, perpetuando su popularidad pese a los efectos adversos en la salud.
La harina refinada es el resultado de un proceso industrial que elimina el salvado y el germen del grano de trigo, dejando sólo el endospermo, rico en almidón. Este procedimiento mejora la textura y extiende la vida útil de los productos, pero elimina nutrientes esenciales como fibra, vitaminas y minerales.
Según los especialistas, “la harina refinada es prácticamente puro almidón” y presenta un índice glucémico muy alto, lo que significa que eleva rápidamente los niveles de glucosa en sangre.
Esta harina es la base de innumerables productos de consumo masivo, como panes, galletas, pasteles, pizzas y pastas, además de estar presente en alimentos procesados y ultra procesados. Rajagopal añadió que el gluten, una proteína presente en estas harinas, también se utiliza como aditivo en alimentos inesperados, como salsas y helados.
Abandonar el consumo de harinas refinadas durante 30 días puede provocar cambios significativos en el organismo. En los primeros días, es común experimentar una disminución de energía, ya que estas harinas son una fuente inmediata de carbohidratos simples.
Sin embargo, una investigación de la Universidad de los Andes señaló que esta transición puede llevar a mejoras notables en la salud metabólica y digestiva.
Esta prolongada vida útil de las harinas refinadas beneficia a la industria, pero a costa de eliminar los nutrientes más valiosos del trigo, como el salvado y el germen.
Además, según Chezzi, se le añadió gluten al trigo con el objetivo de incrementar su contenido de proteínas, aunque sigue siendo un vegetal que no se caracteriza por ser rico en este nutriente. Para la nutricionista, el problema de las harinas refinadas que se consumen hoy en día radica en el gluten, ya que “el intestino en general no está preparado para digerir semejante cantidad”.
¿En qué alimentos encontramos harinas refinadas?
El pan blanco, la pizza,
El pan blanco, la pizza, las pastas y los productos de bollería contienen altos niveles de harina refinada (Imagen Ilustrativa Infobae)
Las harinas refinadas son un ingrediente omnipresente en productos de consumo masivo. Entre los alimentos más comunes se encuentran:
Bollería y wraps: bollos, magdalenas y tortillas de harina destacan por su elasticidad y suavidad, resultado directo del uso de harinas refinadas.